La obra de
Lacan es un emprendimiento lleno de intensas derivaciones. Uno de sus aspectos
más relevantes, y no por ello menos conflictivos, es el referido a la fidelidad
a los textos freudianos. Esta problemática divide las aguas entre los
"fieles" a Lacan-el gran interpretador- y los que, diciéndose
freudianos, no están dentro de sus seguidores. Es decir que instala una
división tajante entre los que pertenecen y los que no. La cuestión de la
fidelidad incorpora en un campo, que Freud aspiró sea científico, una cuestión
de tomar partido, más típica de un planteo político que de uno científico. Pero
también, el movimiento generado por Lacan, se coloca en un terreno donde la
cuestión de la esencia del planteo freudiano y la verdad de su descubrimiento,
encuentra un sostenedor y por lo tanto una palabra autorizada. Esta situación,
peligrosamente parecida a una dinámica religiosa, inauguró -como era de
esperar- la problemática de la herencia, es decir de quién es el continuador y
garante de los descubrimientos freudianos y, por qué no, de los lacanianos. Así
las cosas, tenemos que las luchas políticas dentro de los diversos grupos
psicoanalíticos, más las particulares necesidades humanas de instalar líderes y
hacer masa con ellos, nos llevan a un estado de situación en el que es
necesario despejar quien es quien en la teoría psicoanalítica, es decir qué es
lo freudiano y qué lo estrictamente de Lacan. Que es lo que responde a las
pasiones humanas y qué al enriquecimiento de la clínica, de la que la teoría
intenta dar cuenta.
Dentro de este
contexto, el tema que muestra lo ríspido de la situación es el llamado
"retorno a Freud". Esta cuestión transita por diversas posiciones en
las cuales el tema "del retorno" oscila entre posiciones pasionales
por un lado y las que efectivamente aportan riquezas teóricas por el otro.
Veremos cómo retornan los que "retornan".
La obra de
Freud, objeto de esta particular disputa, es una inmensa construcción orientada
hacia el proceso de constitución de la matriz del origen del sujeto, la
cultura, como también de las relaciones de ésta y la subjetividad.
Para Belinsky,
está organizada según configuraciones teóricas y míticas, donde las teóricas
apuntan en la dirección de señalar la obra de Freud como una guía de
investigación (lo que nos lanza a la tarea futura) y las míticas, son definidas
como las grandes metabolizadoras del sexo y la muerte. Estas últimas ofrecen
respuestas, que van más allá de lo individual, a los enigmas que gobiernan la
acción social, refiriéndose siempre al fin y a los orígenes. Nos dirá que la
obra freudiana no solo es una teorización cuidadosa y meditada sobre lo que
define como "el objeto psíquico", sino que es también un capítulo
decisivo de aquello mismo a lo que se refiere y de lo que da cuenta. Su
afirmación gira alrededor del hecho de la convivencia del investigador y
teórico con el creador, lo que significa que la obra de Freud se configura como
una retórica situada dentro y fuera a la vez. Es decir que constituye la
historia y al mismo tiempo la actualidad de lo que Freud descubre, trabaja y
revela. Es un planteo, en cierta manera topológico, en donde la discursividad
freudiana es inseparable de aquello descubierto y trabajado por esa misma
discursividad.
Según Belinsky,
los seguidores de Freud -los históricos- escribieron a partir de sus textos,
pero no acerca de ellos. Por lo tanto el terreno descubierto seguía a medias
virgen, a medias recorrido y al mismo tiempo era una obra considerada como un
fundamento, un terreno firme y adquirido en forma definitiva. Como terreno ya
consolidado, la teoría era aquello de lo que no hacía falta una crítica previa,
solo esperaba ser desarrollada. En este contexto se inserta Lacan, quien pese a
ser causa del denominado "lacanismo", siempre se denominó a sí mismo
como "freudiano". La cuestión central que nos marca Belinsky es la
necesidad de preguntarse:¿que significa el "freudismo" de Lacan? Esta
pregunta es clave, ya que no es posible pensar la pertenencia -o pertinencia-
de Lacan a la obra de Freud de la misma manera que se la pensó respecto a los
seguidores históricos. La respuesta de Belinsky significa el fin de una
ilusión. Es decir el fin de la anhelada pero no menos ilusoria idea de
"fundamento", de base consolidada y el comienzo del reconocimiento de
la necesidad de una labor crítica previa, a la obra de Freud, como una cuestión
preliminar a todo desarrollo posible en psicoanálisis.
Este
"freudismo" muestra, como su faceta más destacada, la necesidad de
acercarse a Freud sin cometer el error de los "seguidores históricos"
que lo precedieron: no reparar la interpenetración entre el autor y su obra,
entre el explorador y lo explorado. Para Lacan, ese "algo" que Freud
descubre y construye, es a la vez, interior y exterior a su obra. Piensa que
hay que "volver a las cosas mismas", pero pasando por "la
Cosa" freudiana, o sea, que la tarea teórica y crítica debe mostrar que la
exterioridad -si se alcanza- solo puede lograrse a través de la interioridad
más profunda. Creemos que es en esto último en donde Belinsky intenta remarcar
la genialidad de Lacan: el hecho de tomar a Freud como analizando.
En el punto de
vista de Shoshana Feldman, psicoanalista norteamericana proveniente del campo
de los estudios literarios, la originalidad del "retorno" lacaniano,
no es lo que banalmente se entendió como un retorno histórico al origen
auténtico de una doctrina, ni tampoco al texto original como lo opuesto a las
interpretaciones dogmáticas simplificadas o mal traducidas, sino que -abriendo
su línea argumental- es un retorno a lo no traducido, a lo no traducible de
Freud, como un síntoma de la esencial intraducibilidad de su tema. Es un
retorno literal, concreto, a una lengua extranjera, a algo que desafía su
traducción y cuya función no es volver a Freud más familiar, sino renovar el
contacto con su extrañeza y con su constitutiva extranjeridad, la que lo es
incluso para sí mismo.
Es decir, que
lo que retorna en el "retorno" lacaniano, es precisamente lo que es
inasimilable en Freud. Es en éste sentido que Feldman plantea que este retorno
no es diferente del retorno de lo reprimido y ,por lo tanto, forma parte de la
dimensión de un síntoma.
La metáfora
clínica (¿o literal?) se profundiza y es, entonces, que la relación Freud-Lacan
es planteada como "una suerte" de diálogo analítico. El cual no es
simplemente conceptual (entre dos concepciones de lo inconsciente), ni
simplemente transferencial, sino una compleja interacción entre concepto y
transferencia, además de teoría y síntoma. Interacción en la que a veces Lacan
viene a ocupar, en el texto de Freud, el lugar excéntrico del inconsciente de
Freud; y en otras, Freud desde una posición ventajosa, ocupa el lugar del
inconsciente de Lacan. Para la autora, el diálogo es analítico porque no es la
suma de sus partes y porque el conocimiento del cual es vehículo, no se reduce
a la suma del conocimiento de los dos sujetos. No es un diálogo entre dos egos,
sino que está constituido por un tercer término, que es el punto de encuentro
en el lenguaje de las dos singularidades inconscientes. En una primera
conclusión, Feldman juega con la idea de que la originalidad del retorno de
Lacan no puede reducirse a lo dialógico.
Así como
Belinsky sostenía que la originalidad de Lacan está en destacar la intrincada
relación existente entre el autor y su obra, Feldman parece poner el acento en
el eje autor y lector, y en destacar la terceridad excéntrica del lenguaje,
lugar desde el cual ambos son constituidos.
También
pretende Feldman demostrar que las preguntas que definen el campo al cual Lacan
se dirige, son diferentes a las que surgen desde la concepción clásica. ¿Cuál
es el contenido de los conocimientos que Freud nos legó?, sería una pregunta
tradicional, pero Lacan le opondrá una concepción distinta: ¿Cual es la
diferencia que introduce este conocimiento? y ¿Que distingue éste conocimiento
de los ya establecidos?, ¿Cuáles son sus consecuencias?, ¿Que es ese
"algo" que el análisis nos enseña, que es específico, lo más propio,
verdaderamente propio?. En esta línea, Lacan nos dirá que la originalidad
freudiana no es tanto el descubrimiento del inconsciente -intuido antes por los
poetas- sino que el inconsciente habla. Es decir que tiene una estructura lógica
o significante y que fundamentalmente, está estructurado como un lenguaje. Este
inconsciente freudiano, no es simplemente algo opuesto a la consciencia, sino
que habla algo otro en el interior del discurso consciente.
Uno de los
puntos donde Feldman se juega con entusiasmo, es cuando afirma que Lacan
inaugura e instituye un nuevo modo de reflexibilidad. Este modo, es un proceso
a través del cual algo se vuelve sobre sí mismo, pero que necesariamente lo
hace incorporando un pasaje a través de otro lugar. Pero esta vuelta sobre si,
no es al modo de una clásica "reflexión sobre uno mismo", sino como
una diferencia radical consigo mismo. Es un reflexivo diálogo asimétrico en el
cual los interlocutores, por medio del lenguaje, se informa mutuamente de lo que
desconocen. Es precisamente este nuevo modo de reflexibilidad, el que altera,
cambia, desplaza, los límites entre el yo y el otro. Rompe la simetría que
funda lo que parecía una clara oposición entre uno y otro. Sustituye las
clásicas polaridades sujeto-objeto, yo-otro, dentro-fuera, analista-analizarte.
Divide al sujeto de modo diferente, de tal manera que ya no están ni
completamente distinguidos, ni completamente separados el uno del otro.
La lectura
lacaniana, nos dice Feldman, afirma que Freud se erige no tanto como el
descubridor de un nuevo centro, sino como el descubridor de un nuevo modo de
reflexibilidad, la que está radicalmente atada, articulada con el lenguaje. Al
respecto dice Lacan "No es cuestión de saber si yo hablo de mi de un modo
que se conforma, que concuerda con lo que soy, sino más bien de saber si soy el
mismo que eso de lo que hablo".
En este modelo
lingüístico de reflexibilidad hay dos pseudocentros: el que surge en la
expresión de un dicho (sujeto del significante) y el que surge en el enunciado
(sujeto del significado). Aún cuando son radicalmente diferentes uno del otro,
ya no son más enteramente distintos y no pueden ser separados.
Pero Feldman no
se conforma con la idea de una nueva reflexibilidad, sino que extiende su propuesta
a que ésta nueva concepción revoluciona la noción misma de revolución, o la
idea de originalidad: en términos de Lacan la originalidad en Freud es lo que
aparece como una sorpresa, no solo para los otros sino también para uno mismo.
La verdadera originalidad es el modo en el cual el movimiento reflexivo,
retornando sobre si mismo, lo subvierte. Lo hace encontrar otra cosa que
aquello que esperaba. Para Feldman, éste es el modo en que la respuesta
desplaza al interrogante, es decir, se desplaza el punto de observación,
conformando la originalidad del descubrimiento freudiano y la del
"re-descubrimiento" que hace Lacan.
Lo Verdadero de un Retorno y el Retorno de
un Equívoco
Leer a Freud
después de haber leído a Lacan es distinto a como se leyó a Freud antes. Esta
afirmación sintetiza la postura de Jane Gallop, autora proveniente de las filas
de los estudios literarios estadounidenses, quien plantea que "el retorno
a.." no significa una regresión a un punto estable previo, sino que es un
efecto retroactivo de las enseñanzas de Lacan.
Para Gallop, el
sentido del retorno a Freud es el retorno al sentido de Freud. Esta frase es
acompañada con una referencia histórica a los efectos de las luchas en las
instituciones psicoanalíticas. En efecto, en el año 1953, Lacan fue expulsado
de la "Societé Parisienne de Psychanalyse" (y por lo tanto de la IPA)
y no pudiendo ir al congreso de Londres va a Viena. Es un viaje que indica una
dirección: el rescate de los orígenes. Estaba trabajando sobre "Wo Es war,
soll Ich werden", sentencia que es sobre la orientación de un retorno.
Algo tiene que ser, está obligado a ser en el lugar donde algo estaba antes.
Para la autora, es un extraño retorno, porque aunque sea a un mismo lugar, es
un retorno por un sujeto diferente, igual que Lacan a Viena. Este viaje, es
como un acto que dice "donde el Psicoanálisis freudiano era (ello), ahí
debo Yo (Lacan) advenir".
Lacan denuncia
que el descubrimiento freudiano se ha perdido, y que se ha retornado al lugar
equivocado. Critica que los analistas norteamericanos traicionan la doctrina
freudiana con su retorno al principio reaccionario de la dualidad entre el
enfermo sufriente y el que cura, además del que sabe y el que no. Es decir, el
retorno a un discurso propio del campo médico, que, como todo discurso,
construye un objeto acerca del cual habla y establece, además, una relación de
poder. Prácticamente el retorno es del campo de la escucha freudiano al campo
médico de la mirada.
Para Gallop hay
dos retornos, que corresponden a dos fuerzas opuestas: primero, un retorno al
descubrimiento freudiano, y segundo, un retorno a lo que precedió a ese
descubrimiento. Estas dos fuerzas las relaciona con la lucha pulsional.
Para Freud, las
Pulsiones tienden a restaurar un estado anterior. Nos habla de las pulsiones
sexuales, conservadoras y en la dirección de la vida, cuya meta es asegurar al
organismo seguir su propio camino hacia la muerte y también, de las pulsiones
de muerte, las que retornan a un estado anterior (inorgánico). De manera equivalente
tenemos un Lacan que retorna al nacimiento del Psicoanálisis (¿pulsión de
vida?) y se enfrenta al Psicoanálisis norteamericano, el que retorna a un
estado anterior: la psicología del Yo-consciencia (¿lo inorgánico-pulsión de
muerte?). Es decir que éste retorno es planteado por Lacan como la única y
auténtica manera de avanzar, y lo hace por la vía del retorno a los textos de
Freud.
Gallop afirma:
la vuelta que verdaderamente cuenta en el Psicoanálisis, no es a Freud, sino al
sujeto. El analista debe retornarle algo al sujeto, es decir, no debe hablar
sobre el sujeto o sea, objetivarlo, ni sostenerle sus proyecciones imaginarias
ancladas en el lenguaje de su Yo. El retornarle es de aquello que el analizarte
nunca podría escuchar, sino es retornando desde el analista. Éste, le retorna
al sujeto lo que está diciendo y que insiste para ser reconocido y así dejar de
decirlo. Podemos ver que "retornarle algo" se inscribe en un sentido
opuesto a "fortalecer el Yo". Es por eso que no es un retorno a la
persona de Freud, sino a lo que estaba diciendo y nunca fue reconocido. Lacan
escucha lo que "hablaba" en Freud e insistía en ser reconocido.
La autora
plantea que Lacan saca el objeto del Psicoanálisis de la persona individual, la
mónada separada, y lo coloca en una dialéctica con el otro (intersubjetiva
dice); no se nos escapa que en relación a la relación con el otro, Feldman
marca diferencias con Gallop, ya que enfatiza que no es dialógica y si
mediatizada por un tercer término que es el lenguaje. Feldman es mas enfática
que Gallop en esta cuestión, al jerarquizar la terceridad.
El Autor Evanescente
Así como Freud
dice más de lo que se supone, Gallop se pregunta si el nombre de Lacan puede
responder por el saber escrito en el texto. Se leen los escritos como se lee
cualquier otro texto, para saber, y cuando se encuentra algo de saber,
inevitablemente se lo adscribe a alguien. Lacan subvierte, modifica
violentamente la relación del sujeto al saber, la hace muy precaria. En los
textos (Escritos) hay un sujeto, un cierto Lacan, pero está constantemente
evanescente (fading), es decir, eludiendo la percepción y en el límite de su
desaparición.
Lacan lee a Freud,
como si se preguntara si el nombre de Freud puede responder por el saber
escrito en el texto. El sujeto del saber en los textos, es sujeto de los
efectos de fading. Hay un sujeto ahí, pero está constantemente fading,
eludiendo su cristalización.
La teoría y los
textos de Lacan conducen no a un autor muerto, sino a un autor fading, el que
está precariamente, el que no está del todo presente, es decir, el que no es
dueño de su deseo.
Según Lacan, el
padre deseado por el neurótico es el padre muerto, ya que es el que puede, en
tanto muerto, dominar su deseo. La muerte significa ser perfectamente dueño de
su deseo. Esta fantasía neurótica se sostiene en el hecho de que si el padre
puede dominar su deseo, el sujeto podrá dominar el suyo.
Hay una larga tradición
que asocia el Autor con el Padre, y así como el padre muerto es el padre ideal,
porque es el amo perfecto de su deseo, Gallop se pregunta si la imagen del
autor muerto no es también una fantasía del lector de un dominio perfecto. Si
el autor tiene un dominio perfecto de su escrito, el lector lo tiene también de
su interpretar. Es, entonces, que la idea de la muerte del autor bien puede ser
una defensa contra algo más amenazante: un autor fading. Es decir el que no
está del todo presente y no es dueño de su deseo.
Nos dice
"Leemos porque deseamos saber y leer debe estar dentro del mundo donde el
deseo del lector debe estar intrincado con el del autor. Leemos para ?aprender?
lo que el autor sabe, cuáles son sus deseos, con la esperanza de entender y satisfacer
los nuestros", y en ese movimiento, como lectores, quedamos involucrados.
Lacan autor del
texto, no puede calmar su deseo y de hecho provoca el del lector. No puede
satisfacer el deseo de saber de manera duradera y él está de esa forma, como autor/sujeto
desvaneciéndose, no desvanecido todavía.
Los lectores
posteriores a Freud, lo leyeron como un autor muerto, como un dominio perfecto,
es decir como el autor ideal, el Padre ideal que domina el deseo. Lo leyeron
para proteger su dominio y para identificarse con ese dominio como lector
escritor. Lo leyeron como un texto muerto del autor muerto y así defenderse de
su deseo de saber. Cerraron sus ojos en identificación con ese Padre ideal que
ha dominado todo deseo, incluso el de saber.
La Ambivalencia de Lacan
El
"Retorno a Freud" es una frase convertida en una verdadera consigna y
fórmula de reunión. Consigna de batalla en la lucha institucional y fórmula de
reunión de los aliados y además útil para distinguir los "unos" de
los "otros".
Para Marcelle
Marini, perteneciente a la nueva generación de psicoanalistas franceses, los
que paradójicamente, formados en el pensamiento crítico de Lacan, ponen en
juego ese espíritu para analizar la obra del maestro, el "Retorno..."
tiene ese valor de consigna en la polémica que Lacan primero, y el lacanismo
después, mantienen contra los analistas que no leyeron o no leen ya a Freud,
así como contra los que lo leen mal o que sostienen una "estúpida
fidelidad" que, en palabras de Lacan,"No osa considerar como caduco,
lo que en efecto lo es, en la obra de un maestro sin igual". Así como
también, contra los que traicionan a Freud y se apegan a conceptos del entorno
social (o de la Sociología) y contra los norteamericanos y sus seguidores que
jerarquizan el llamado:"Psicoanálisis del Yo".
Marini destaca
que Lacan se apoya en -y resalta- el carácter racional del pensamiento
freudiano, y tal vez por eso, es que intenta sostener esa misma posición con la
obra de su maestro, el que no solo lo es en la teoría, sino también en la
racionalidad. Afirma que para Lacan, el descubrimiento de Freud, es el
redescubrimiento, en un terreno sin cultivar, de la razón. Resaltar lo
racional, conduce a Marini al difícil y todavía sin clarificar, sendero de la
"cientificidad" del Psicoanálisis. Nos afirma que Lacan, siguiendo la
escuela de Freud, quiere hacer del Psicoanálisis "esa ciencia con la que
sueña", capaz de aclarar los fundamentos de otras ciencias, al mismo
tiempo que el psiquismo humano.
Dice que Lacan
construyó su propio edificio conceptual, oponiéndose a tomar en cuenta algunos
conceptos freudianos -como el de pulsión en el sentido energético y el de
afectos- y que su retorno a Freud es igualmente una identificación de la teoría
freudiana con la suya. Es una frase en espejo que pone en cuestión el tema del
debate insoluble en que se encuentra atrapado Lacan de la fidelidad o
infidelidad a Freud. En este sentido es posible afirmar que Lacan oscila entre
una crítica o una relativización de los textos freudianos y una fidelidad incondicional
a los mismos.
Para Marini,
cuando Lacan manifiesta la necesidad de retornar a la posición freudiana pura,
se muestra de acuerdo con la función paterna definida por Freud y por lo tanto
vive ésta función en él mismo con la identificación con un Freud idealizado
como Ideal del Yo. La cuestión que se desprende para el crítico francés es: si
se puede mantener sin ambivalencia una relación semejante con el Padre-Maestro.
Lacan dirá que
el descubrimiento freudiano se debió a la angustia de Freud frente a su deseo,
y lo relacionará con lo que llama: "...su apego ridículo a esa imposible
buena mujer, que por otra parte lo enterró: la señora Freud". Más allá de
lo valedero o no de ésta opinión, que deja entrever un Freud caracterizado por
el apego a lo ridículo (¿la ambivalencia?, no sólo la de Lacan, sino también la
de Marini en destacar la frase...), es claro que Marini resalta la lectura de
un Lacan analista del decir de Freud; un analista que afirmó que el pecado
original del Psicoanálisis es el deseo de Freud que no fue analizado.
Marini
relaciona, también, "el Retorno..." con el análisis crítico que Lacan
hace de los casos clínicos de Freud: el análisis de "Dora", donde se
trabajan los problemas de la cura y de la transferencia; el del "Hombre de
los Lobos",donde trata de profundizar y renovar la realidad fundamental
del análisis; resaltando la "constelación original" del obsesivo y su
relación con el mito universal del neurótico, ligado con el análisis
estructural de los mitos efectuados por Levi-Strauss; asimismo, el llamado caso
"Schreber" donde trabaja y crea el concepto de "forclusión del
Nombre del Padre". Lo que el autor destaca, es que los textos freudianos,
servirán a Lacan como punto de partida a una elaboración diferente, y que ésta,
utilizará la lingüística, la filosofía, la etología, además de la lógica
formal, como herramientas conceptuales.
¿Una Lectura Verdadera?
Nos recuerda
Stuart Schneiderman, uno de los psicoanalistas norteamericanos introductores
del pensamiento de Lacan en los Estados Unidos, lo que el maestro afirmó sobre
el descubrimiento freudiano: que había sido como el de Prometeo. La IPA se
había convertido en lo que era, por que Freud no tenía confianza en la gente a
la que le había encomendado su descubrimiento y por lo tanto, Lacan pensaba que
Freud estableció una organización burocrática de custodia con el único
propósito de que no se le escapara el fuego. Creía el pensador francés, que Freud
no esperaba que sus discípulos lograran progresos en la teoría psicoanalítica,
y que solo quería mantener guardado el Psicoanálisis hasta que
"alguien" llegara a recoger la antorcha. Dice Schneiderman que es en
éste momento cuando Lacan presenta lo que llama "una lectura verdadera de
Freud". Podemos decir junto con Schneiderman, que más allá de la ironía
con la que Lacan se enfrenta a los que posteriormente lo expulsaron de la IPA,
les está robando el texto a la Asociación, se los está arrebatando a sus
"legítimos" propietarios, suponiendo que exista la propiedad de un
texto.
Para
Schneiderman, la "lectura verdadera" de Lacan se acerca mucho a una
mala lectura y a pesar de lo que el francés dice opina que es difícil criticar
a la Asociación porque sus miembros prefieran leer a Freud como un texto
canónico y además, lo repitan al pie de la letra sin hacerse demasiadas
preguntas. Se interroga el psicoanalista estadounidense: ¿cómo puede estar
equivocada ésta lectura, si se trata de una simple transcripción de lo que
escribió el mismo Freud? Él mismo contesta que esa lectura puede y está
equivocada, ya que, afirma, quien no ha leído mal un texto no lo ha leído, es
decir, quien no ha entablado un diálogo con el texto, quien no le ha hecho
preguntas ni atendió sus respuestas y no eligió algunas partes para prestarles
más atención que a otras, quien no hizo todo eso, no ha leído un texto. Sobre
esto se basó la justificación teórica original de Lacan para dictar su
seminario y así enseñar a los psicoanalistas a leer a Freud. Éste tipo de
lectura, dirá Schneiderman, requiere una práctica en la crítica literaria, que
es la propia del campo de las letras, y es para él, una de las herramientas
conceptuales con las que Lacan cinceló en la obra de Freud, la suya propia.
Al destacar los
aspectos de la crítica literaria, Schneiderman parece colocarse más del lado de
la literatura, que de la freudiana aspiración de lograr, con el Psicoanálisis,
un lugar en la ciencia. Asimismo, su rescate de la lacaniana metáfora
mitológica muestras aristas ambiguas que se prestan a confusión. ¿Qué otra cosa
es el planteo de que Freud cuida "que no se le escape el fuego", sino
una forma de colocarlo como un moderno Zeus?, un Dios que desde el Olimpo
psicoanalítico, cuida sus pertenencias. Y, ¿qué otra cosa es "que venga
alguien para recoger la antorcha", sino que Lacan es el Prometeo que -como
en el mito original- termina desafiando al que "reina en el Olimpo" y
robándole el fuego?. Acaso no es posible pensar que entre "la cuestión
preliminar" (Belinsky) y la "lectura verdadera" (Gallop y
Schneiderman), Lacan "destrona" a Freud, corrigiendo sus
"equívocos", y se erige en el que puede darles a los hombres "el
fuego" de la lectura verdadera. Marini parece acertar cuando nos alerta
sobre la ambivalente relación de Lacan con "el maestro vienés.
Recuperando el Marco de un Pensamiento
Bercherie
retoma la obra de Freud, pero a diferencia de los lacano-dependientes, lo hace
en nombre propio. Retorna a los textos pero no para su exégesis, sino para
reubicarlos en el contexto histórico que los vio surgir. No se refiere al
ambiente social, histórico, incluso cultural en el que se sitúa el pensamiento
freudiano, sino que lo hace más bien al conjunto de conocimientos clínicos en
psicopatología y a los materiales teóricos de psicología que Freud tenía a su
alcance y que le permitieron demarcar su campo, encontrar su objeto, pensar su
marcha y teorizar sus resultados. Nos dice Bercherie: "Al situar las
teorías freudianas con respecto a su objeto y también en relación con sus
fuentes, me ha parecido que se aclaran aspectos esenciales de su función, tanto
como sus límites, pues todo instrumento conceptual transporta una
unilateralidad que antes o después lo transforma en obstáculo
epistemológico".
Enfoca la obra
freudiana separándola (un abismo dice..) de toda otra corriente psicológica o
psicopatológica contemporánea, insistiendo en la necesidad de mostrar la mutación
que sufren los conceptos, que toma Freud, al colocarlos en el lugar que ocupan
en el crisol de sus descubrimientos. Trata de recuperar el sentido que tenía
para Freud sus sucesivos marcos de pensamiento, reubicándolo en su siglo o en
su época, situando sus interrogantes en el interior de la mirada que dirigía al
mundo fenoménico de su objeto. Es en ésta maniobra que Bercherie, intenta
evitar un doble problema: por un lado, la sacralización, es decir, la
obstinación en atribuirle a Freud, el saber de aquello mismo sobre lo cual él
afirma no tener la clave; por el otro, el escollo de una indulgencia superior
que tolere los escotomas y los pasajes al acto del pionero del inconsciente. En
el texto freudiano, hormiguean los materiales clínicos, las ideas generales,
las intuiciones, las observaciones que superan ampliamente lo que Freud tuvo la
posibilidad de pensar, en el sentido de conceptualización clara y elaborada; y
nos dice Bercherie, que en esto está la parte de contenido eterno de una obra
que solo nos es accesible retrospectivamente. Es en el acto del retorno a los
textos freudianos, donde podremos encontrarnos con lo que de otra manera nos es
evasivo.
No puede
Bercherie, dejar de atribuir lo que "su" retorno debe a Lacan:
"...el recentramiento de la relación entre el campo psicoanalítico y el
recorrido freudiano, así como la relativización del lugar de los aparatos
teóricos (freudianos) respecto del objeto al que apuntan". De todos modos,
tampoco deja de marcar diferencias. Es en éste sentido que para él, la lectura
lacaniana de los textos freudianos, si bien en numerosos puntos va directamente
a lo esencial, pertenece a la obra de Lacan y no a la de Freud. En relación a
la anterior, concluye Bercherie: "Hay que darle al Cesar lo que solo es de
él, incluso aunque no siempre parezca saber dónde empieza lo suyo".
Al Final del Recorrido
Para Bercherie,
el pensamiento freudiano desemboca en una teorización de modelos
metapsicológicos más o menos contradictorios e inconciliables, aunque destaca
su condición de ser operatorios para pensar la clínica. Remarca la extrema
relatividad de esos modelos y lo inverosímil de la posibilidad de extraer de
esa obra un sistema completo, una síntesis capaz de cubrir el conjunto del
campo de sus objetos. Transmite la sensación de que cumple a rajatabla con su
postulado de "no sacralizar" la obra de Freud, pero no deja de
mostrarnos la admiración que le causa el espíritu científico del Gran Vienes.
En ésta dirección se interroga acerca de la utilidad del esfuerzo que realiza
Freud, tendiente a cerrar en un sistema, los elementos del saber que dispone;
sistema que será cuestionado en la etapa siguiente, ya que el modelo recién
terminado, comienza a actuar como un obstáculo epistemológico. Para él, lo
anterior parece corresponder a lo que llama un estado del Psicoanálisis todavía
"infantil" como ciencia. (Es posible ver en éste pensamiento una
influencia kuhniana a la que nos referiremos más adelante). Estado en el cual
se entremezclan conceptos que apuntan a una eficacia operatoria en el campo
empírico (la dimensión clínica del Edipo, de la castración, etc.)
-característicos de una disciplina adulta- y otros propio de una dimensión
especulativa, que mantiene con lo real un vínculo muy laxo (tópica psíquica,
teoría de la libido, pulsiones, etc.).
En este oscilar
entre un polo clínico y otro especulativo de la obra freudiana, Bercherie
destaca -concordamos con él- la dimensión clínica, así como el hecho de que
Freud mantiene a su obra, permanentemente en la dimensión de la ciencia. En
éste sentido remarca, que Freud siempre quiso constituir como ciencia positiva
su nueva disciplina, y que nadie puede llamarse discípulo suyo si no retoma esa
exigencia.
El Estallido del Saber
No menos
importante que "el retorno", es apuntar en la otra dirección: la del
"después de Freud". En este sentido, Bercherie diseña cuatro modelos
que caracterizan la posteridad freudiana. Comienza por el que abreva en las
fuentes de la llamada "psicología del Yo" a través de la filiación
con el libro "El Yo y los mecanismos de defensa" de Anna Freud. Ésta
línea se sostiene en el proyecto de hacer del Yo el producto de una
diferenciación progresiva del Ello, actuando como representante de la realidad,
encargado de mantener las pulsiones y de ser instrumento de la adaptación.
Vimos anteriormente como para Gallop, Marini y demás, esta postura encarna la
contrapartida teórica y político-ideológico del "Retorno..."
lacaniano. Continúa con el que se origina en Inglaterra: la escuela kleiniana.
Ésta retoma conceptos claves en Freud, como ser pulsión de muerte, dialéctica
de los objetos internos, conflicto ambivalente, etc. También se opone al
concepto del Yo como adaptación y cerca de Lacan, vuelve la espalda a toda idea
de autonomía, estudiando la génesis del Yo como identificación.
Un tercer
modelo es el que Bercherie llama "marginales". Ésta corriente basa su
originalidad, en los estudios sobre los fenómenos esquizoides. Trabajan sobre
el concepto de "relaciones de objeto" y enfoca el narcicismo como
fenómeno de repliegue defensivo ante los conflictos objetales. Sus
representantes son Balint, Winnicott y también Fairbairn.
Por último,
tenemos el caracterizado como "la fuente de la juventud". Es el punto
donde el llamado "Retorno..."lacaniano dirige su esfuerzo por
"restituir al inconsciente su status de polo dominante de la subjetividad
y por lo tanto, en las antípodas de la "Psicología del Yo". Lacan lo
hace a través de retomar los grandes textos del 1900, en los que Freud enunció
la retórica del inconsciente. Es un planteo que transciende considerablemente
su base inicial y con su nuevo, además de extenso basamento teórico -ya vimos
la importancia de la lingüística, la filosofía, etc. - creemos que termina por
desplazarla, estableciendo una teoría que excede su base freudiana.
En general el
planteo de Bercherie navega en el rescate del -por otra parte tan cuestionado-
concepto de ciencia en el Psicoanálisis. Es en éste sentido que destaca el
objetivo de Freud: "el de una disciplina científica y técnica que alcance
su madurez y cuyo progreso continúe pacíficamente". Asimismo se ilusiona
en relación al deseo de ciencia de Freud, con que tiene que surgir un nuevo
modelo teórico que permita la integración de los cuatro bosquejos que lo
precedieron. ¿Anhela un estado de "ciencia normal", o es una
aspiración idealista propio de la "síntesis superadora"? De todos
modos para él no se trata de reducir todo el desarrollo del Psicoanálisis
pos-freudiano a la obra de Freud -que los desborda-, sino demarcar los puntos
de anclaje de esos desarrollos en su tierra de origen. En la misma forma
creemos que el nuevo modelo teórico deseado, estará signado por su pasado. Lo
que no sabemos es qué de la fecunda y heterogénea posteridad freudiana dará sus
frutos y qué está condenado a quedar como resto.
Lacan: ¿Un Nuevo Paradigma?
Freud siempre
consideró al Psicoanálisis como formando parte de la ciencia, y esto, de todas
maneras, no impidió que más que otros sectores localizados de producción de un
saber, no haya cesado de interrogarse sobre su status como saber. No es seguro
que esto constituya un buen signo, es decir, no creemos que esto manifieste que
el Psicoanálisis existe como una disciplina que tiene su objeto, su método, su
paradigma. Por lo contrario, por su historia vemos que no se benefició para
nada con lo que Kuhn llamó "ciencia normal". Entendemos por ésta, una
época durante la cual, y apoyados en un paradigma único, los científicos
trabajan para ampliar el saber hacia nuevos territorios. Lo que nos muestra el
Psicoanálisis, es que no ha cesado de producir respuestas, las que en un tiempo
más o menos breve se mostraron inconvenientes. Por lo tanto, a costa de
esfuerzos y golpes, hemos aprendido que no es una disciplina constituida, lo
que no impide que mantenga una dirección -por lo menos en la obra de Freud- que
es la de la ciencia.
Una afirmación
fuerte es decir que Lacan vacía a Freud, pero por un cierto número de
evidencias presentes en la obra de Freud y en la de Lacan, es posible
sostenerla, por lo menos es lo que sostiene Jean Allouch. Una de ellas es
justamente el tema de la ciencia (del que ya hablamos más arriba), que en el
planteo freudiano el Psicoanálisis tiene un estatus de ciencia y se nos hace
evidente que está subvertido en Lacan. Éste realiza un recorrido que abarca
desde sostener esa posición, hasta la idea de que el Psicoanálisis es un
discurso, pasando por el planteo de "ciencia conjetural".
Para Allouch,
el Psicoanálisis es una disciplina problemática y su objeto no es algo que
podamos definir fácilmente: ¿el psiquismo?, ¿la personalidad?, ¿el
inconsciente?, ¿el objeto "a"?; cada respuesta tiene sus seguidores y
sus detractores. Lo mismo sucede con la pregunta por la ciencia: ¿del alma?,
¿conjetural?, ¿no ciencia, sino discurso?. Se ha mantenido en suspenso la
respuesta a éstas preguntas, pero a costa de descuidarlas demasiado, de dejar
demasiado tiempo la oscuridad. Fue necesaria la enseñanza de Lacan para
conmover esos interrogantes. Teniendo en cuenta el camino que abrió, vemos que
lo que en principio es un apoyo, un reverdecer, se termina por volver
problemático ya que instala la disyuntiva: ¿qué es lo freudiano?, ¿qué es lo
lacaniano?
Para Thomas
Kuhn, lo nuevo, el descubrimiento, sobreviene en una disciplina cuando ésta
está en crisis, y uno de los signos de ese proceso es la proliferación de
versiones diferentes al modo de Escuelas. Es bastante evidente la semejanza que
podemos hacer con los momentos posteriores a Freud, tan acertadamente descritos
por Bercherie. Lo que continúa en estos momentos de crisis, es la introducción
de un nuevo paradigma. El comienzo de éste nuevo ordenamiento, se da entre
aquellos que son conscientes de las anomalías y los límites que presenta la
teoría vigente. Según Kuhn, éste nuevo paradigma cambia la significación de los
conceptos establecidos (en Lacan representación por significante); desplaza los
problemas que se ofrecen para la investigación (conflictos por nudos SRI);
modifica la imaginación científica misma (topología lacaniana); introduce
nuevas formas de prácticas, es decir, modifica la experiencia (discrepancia que
se plantea con las sesiones cortas de Lacan). En palabras de Kuhn un combate de
éstas características marca el conflicto entre dos paradigmas. Por lo tanto la
historia de las complejas y ricas relaciones entre Freud y Lacan, pueden ser
inscriptas en el típico enfrentamiento entre paradigmas. Ésta confrontación
tiende a lograr la sustitución de un paradigma (Freud) por otro (Lacan), lo que
condena al fracaso toda tentativa de armonizarlos.
Allouch afirma
que en el momento que Lacan formula por primera vez el ternario Simbólico, Real
e imaginario (SRI), su trabajo queda
marcado por un antes y un después. A partir de ese momento, todo intento de
compatibilizar su obra con la de Freud, de hacer valer equivalencias con su
SRI, está destinado a fracasar. Ese ternario no se lo halla en Freud, pero eso
no es obstáculo para que Lacan desarrolle con el vienés una operación de
deslizamiento del ternario SRI "bajo sus pies".
Está de más
recordar que Freud no era lacaniano, por lo tanto también es posible decir que
Lacan no es un continuador de Freud, ni un herético del Psicoanálisis, sino que
es el que desplaza a Freud.
A modo de
conclusión, "El Retorno a Freud" no puede de ninguna manera reputarse
como inaugural de la trayectoria de Lacan, pero si puede decirse que es el
nombre del apoyo que Lacan buscó en el texto freudiano después de inventar su
ternario SRI. Tal invención lo colocaba lejos de Freud, y Lacan advirtió el
peligro. A partir de ese momento vuelve a Freud, pero para inscribir el nuevo
paradigma en el Psicoanálisis.
En síntesis:
"Retorno a..." es en realidad "El desplazamiento de...". El
paradigma freudiano desplazado por el lacaniano.