Transcripción de una Conferencia
impartida por el Dr. André Green en
la APM
Señoras,
señores, queridos colegas. Permítanme primero decirles el placer de encontrarme
con ustedes aquí el día de hoy, y mi gratitud por las muestras simbólicas con
las cuales ustedes han tenido a bien honrarme. En efecto, se puede decir que
las relaciones entre Francia y México no están muy desarrolladas, por razones,
sin duda, de distancia geográfica. Pero el psicoanálisis es uno, y los
problemas que voy a abordar hoy, de los cuales les diré el título en un
instante, me parece que ustedes los encuentran de la misma manera que en Europa,
y desde ahora me llama mucho la atención ver que durante las presentaciones de
material clínico, no me parece en lo personal que la discusión tome un giro muy
diferente del que tendría en París, por ejemplo.
Elegí
hablarles hoy, con un título un poco largo, del problema del tiempo en
psicoanálisis; y el título de mi exposición es: De la ignorancia del tiempo al
asesinato del tiempo, y del asesinato del tiempo al desconocimiento de la
temporalidad en psicoanálisis.
El
tiempo no ha ocasionado tantas reflexiones como el espacio psicoanalítico en
estos últimos años. Hubo creaciones enriquecedoras, como la noción de espacio
analítico que debemos a Viderman; aquella, más antigua aún, de espacio
transicional que Winnicott inventó. En cuanto al problema del tiempo, uno tiene
la impresión de que la comunidad psicoanalítica ha adoptado una conducta de
evitación. Freud, para empezar por él, desarrolló sus ideas acerca del tiempo
de manera fragmentaria, sin proceder a una sistematización, y a medida que sus
ideas se le imponían a partir de la reflexión o de la experiencia. El
inconveniente es que nunca presentó una síntesis de sus concepciones acerca del
tiempo, y estoy bien convencido de que aquí como en otro lugar, si uno pidiera
a alguien hablar del problema del tiempo en psicoanálisis, pues pienso que estaría
bastante confuso. Freud nos dejó, pues, una suerte de mosaico de mecanismos
temporales sin edificación conceptual. Después de él, a partir de su muerte,
aprovechándose justamente de ese estado de dispersión de la teoría, los
analistas prefirieron darle la vuelta a la dificultad al no pronunciarse sobre
la unidad que había que extraer de sus diversas concepciones. Una tendencia a
la vuelta hacia atrás se manifestó incluso, en un enfoque que llamaría [...] y
que hizo que el pensamiento psicoanalítico regresara a un estadio
prepsicoanalítico. En una inspiración reciente, uno puede constatar que el
enfoque genético, que en Freud no era más que un aspecto de los problemas de la
temporalidad, se impuso progresivamente como el único válido, descartando todo
lo que lo estorbaba en su camino, todas las novedades que Freud había tardado
tanto tiempo en elaborar. En resumen, el enfoque genético quiso eclipsar todo
lo que competía a la teorización de conjunto.
Pienso
que lo que acabo de decir se aplica sobre todo al psicoanálisis norteamericano.
Hay que partir del punto de vista de que el psicoanálisis es un método
fundamentalmente histórico, puesto que a través de él se examinan las
consecuencias de una evolución fijada o desviada del desarrollo, que hizo que
en ciertas etapas lo que sucedió no pudo ser integrado y sufrió múltiples
destinos que nos remiten a la idea que cada uno de nosotros se hace de los
nexos entre la historia personal, sus estancamientos, la manera como se
inscriben las etapas decisivas de la evolución de su desarrollo y de su
incapacidad para resolver conflictos que sobrevinieron, así como su posible
retorno bajo formas que deben ser descifradas para entender sus nexos con
experiencias del pasado que no pudieron integrarlos. Todo esto tiene lugar en
el tratamiento y no deja de tener nexos con las vicisitudes, éxitos, fracasos,
que son su conclusión. La tensión se movilizó recientemente contra los gajes
del tratamiento, las incertidumbres e incluso los obstáculos que dificultaban
la cura, que Freud ya había abordado en 1937. Pero se descuidó justamente el
fondo común de esos problemas, a saber su relación con la temporalidad. Se
podría decir, y se dijo, que la fuente de inspiración principal del pensamiento
psicoanalítico es la sesión. Pero cuando se miran las cosas de más cerca, pues,
se ven numerosos ejemplos sacados de la obra de Freud que muestran que la
sesión no tiene la exclusividad de las manifestaciones que dan testimonio de la
organización de los efectos del inconsciente respecto al tiempo.
Citemos
nada más al pasar el análisis de ciertas obras culturales como Hamlet o Moisés,
u otros escritos freudianos que les son familiares como Un recuerdo infantil
de Leonardo da Vinci, Una perturbación del recuerdo en la Acrópolis.
Bien. A primera vista, la represión aparece como el principal mecanismo
responsable de una perturbación de la memoria que prefirió arrojar en el olvido
lo que recobró con displacer. Pero no es un [...] pasivo; fragmentos que forman
parte de las asociaciones del sueño, cooptándose y yuxtaponiéndose por
afinidad, dan testimonio de un trabajo del inconsciente conforme a lo que Freud
llamó “la atracción por lo reprimido preexistente”.
En
resumen, el pasado no se apila, sino que se reorganiza y es atraído por ciertos
contenidos que le interesan particularmente. El caso del sueño es muy
ilustrativo, pero primero hay que recordar que el sueño se produce fuera de la
conciencia del soñador, y por lo tanto por definición fuera de sesión, pero que
necesita el trabajo en sesión para ser interpretado. Para Freud el sueño es una
forma de memoria que sobrevivió a la represión gracias a disfraces que hacen
que su nexo con el pasado no sea inmediatamente identificable. Otros ejemplos también
vienen a la mente cuando uno piensa en este problema; más que cualquier otro la
transferencia, cuyo nexo con el pasado, o con fragmentos del pasado es claro y,
de la misma manera, como bien lo vemos, la transferencia desborda el marco de
la sesión. Todo esto parte de un punto de vista que fue el de Freud durante
mucho tiempo y que sostenía que lo esencial del psicoanálisis era la
rememoración de la infancia. Se apegó a esta idea hasta muy tardíamente, pero
en 1937 debió reconocer que el levantamiento de la amnesia infantil no siempre
era posible, y por lo tanto que había que sustituir la idea de la rememoración
por otra, más abierta, que permitiera zanjar esos inconvenientes. A partir del
momento en que la represión fue identificada por Freud, toda manifestación
psíquica reconocida como perteneciente al retorno de lo reprimido tiene
necesariamente que ver con el pasado en los nexos que deja entrever entre lo
que resurge de aquello a lo cual debió ser anteriormente negada la conciencia y
que fue alejado de ella, y lo que demanda ahora ser escuchado a pesar de los
intentos de silenciarlo. Pero hay una censura, y para pasar esta censura, pues,
el contenido reprimido deberá sufrir disfrazamientos, con el fin de que la
forma como se va a presentar a la conciencia no permita reconocerlo. Las
modificaciones del preconciente, por ejemplo, harán necesario un verdadero
trabajo para reconocer, es decir que no siempre estamos en la esfera del
recuerdo. Pero ya que abordamos la cuestión del recuerdo, el ejemplo por mucho
más interesante abordado por Freud al principio de su obra es el recuerdo
encubridor. Este recuerdo encubridor aparece como un collage, una
aglomeración de fragmentos de recuerdos que pertenecen a épocas diferentes del
pasado, y Freud incluso llegó hasta decir que en el recuerdo encubridor se
encuentra reunido todo lo esencial de la vida psíquica infantil. Y por cierto,
la represión no sólo afecta al núcleo del recuerdo, sino a muchos contenidos
que lo acompañan y que hacen que el conjunto se presente bajo una forma que ya
no es muy identificable. En otras palabras, lo esencial es reconocer que en el
seno del recuerdo encubridor hay un trabajo psíquico sobre el cual Freud
insiste desde el principio y que designa: conflicto, represión, sustitución con
formación de compromiso. Es decir que se ve que el desplazamiento jugó un papel
considerable, y que una vez que este desplazamiento ha operado habrá, de cierta
manera, que volver a coser los contenidos desplazados.
A
veces las cosas aparecen bajo una forma más misteriosa, por ejemplo recuerdos
rememorados que datan del período postpuberal, es decir donde la expresión de
la sexualidad es clara, y bien, estos recuerdos se avecinan con recuerdos
anteriores en los cuales la sexualidad infantil no era tan importante. Entonces
no es sólo, nos dice Freud, la inocencia de los recuerdos prepuberales que
permite, aquí, su [...] sino que justamente es la proximidad de estos recuerdos
presexuales – sexuales/presexuales, como dice Freud – con los recuerdos francamente
sexuales postpuberales, es este nexo el que se vuelve significativo. Esto es
tanto como decir que la presencia de la imagen mnémica – la del recuerdo – no
es un elemento suficiente para identificar la representación inconsciente y
para reconocer el elemento significativo a veces construido después del relato
de eventos antiguos por el entorno – la madre dice que..., la nodriza dice
que..., el padre puede decir que... – y todo esto forma parte del trabajo de
elaboración que va a modificar el contenido bruto del recuerdo. La regla es
general, hay una falsificación de los recuerdos que prohíbe el acceso de la
impresión originaria que estuvo en la conciencia a través de la resistencia, y
esto sirve a la represión que domina la experiencia y ayuda a la substitución
de impresiones chocantes y desagradables por otras, más inocentes. Pues bien,
desde aquel momento, y estamos al principio del psicoanálisis, Freud entiende
que hay varias temporalidades. Hay una temporalidad que nos es familiar, la de
la sexualidad infantil, pues obedece a un modo de evolución que es de tipo
biológico, aun cuando se le reconocen particularidades sobre la sucesión de las
capas del alma, dice Freud, que hacen que no sea una temporalidad clara, porque
los períodos se superponen.
Pero
justamente, esta base evolutiva ya modificada por la experiencia es lo que va a
marcar las fijaciones y, más tarde, las regresiones que tenderán a regresar a
los puntos de fijación. En el curso de toda esta evolución, los recuerdos
buscan ser utilizados para intentar explicar lo que los adultos siempre quieren
ocultar. Entonces allí, por ejemplo, los recuerdos van a revestirse con teorías
sexuales infantiles que no competen al recuerdo sino a las construcciones de la
psique y van a, diría, complicar la cuestión del recuerdo pero aclarando el
mecanismo del funcionamiento psíquico del individuo. Dicho de otra manera, si
el recuerdo es falsificado el psiquismo es, al parecer, más fácilmente
identificable. De cualquier manera deberíamos recordar esta expresión de Freud:
conciencia y memoria se excluyen. En todas partes, todo aquello sobre lo cual
se apoya uno y que es recordable, pues bien, es marginal respecto a la
conciencia. Pero la característica más notable, sobre la cual Freud insistirá
durante un largo período, es la ausencia de desgaste del pasado en las
manifestaciones que se pueden relacionar con el inconsciente. Entonces dirá: el
inconsciente ignora el tiempo, lo que compete a recuerdos inconscientes no
parece haber sufrido la alteración por el tiempo, como cuando uno busca
acordarse de algo, uno confunde con un fenómeno que se le parece o que sucedió
aproximadamente en el mismo momento, uno deforma, y por lo tanto uno ve que hay
un desgaste, una alteración de los recuerdos por el tiempo. En lo que compete
al inconsciente es lo contrario que ocurre, y nos encontramos ante una frescura
muy particular; por ejemplo en tal sueño va a aparecer tal personaje: “¡Ah, sí!
Me acuerdo, llevaba su vestido preferido, estaba así o asado.” Ahora bien, es bastante
probable que si se le preguntara al sujeto “¿Cuál es el vestido preferido de su
madre?”, estaría en apuros para decirlo.
La
segunda característica en hacernos reflexionar es lo que Freud escribió en Schreber
acerca de la alucinación; escribe, y es una observación que ha sido poco
resaltada, escribe una primera vez, con el correr de la pluma: lo que se supone
que suprime por dentro – represión – viene del afuera en la alucinación. Y
luego, se corrige a sí mismo; dice: Lo que acabo de decir no es cierto; hay que
decir más bien: “lo que fue abolido adentro vuelve desde el afuera”.2 Por lo
tanto, Freud hace una distinción muy clara entre la supresión de la represión y
la abolición que acompaña a un nuevo mecanismo que va a describir ahora y que
se llama la Verwerfung, que Lacan tradujo por forclusión; otros
prefieren hoy traducirlo por desestimación radical; lo que es importante
es entender lo que distingue estos mecanismos, a saber que la represión se
apoya en estructuras simbólicas intactas, mientras que con la forclusión, con
ese mecanismo de abolición por dentro, las estructuras simbólicas ya no están
intactas. Hay como blancos, hoyos en la psique que no permiten relacionar el
fenómeno alucinatorio y sus correspondientes psíquicos como se haría para el
caso de la represión a través de una amnesia cualquier. Este adelanto fue
considerable, y Lacan tuvo toda la razón en subrayarlo, porque nos introdujo a
la necesidad de tomar en consideración los mecanismos de integración simbólica
y cómo en la psicosis – la alucinación – esos mecanismos de integración
simbólica están dañados, es decir que el pensamiento no puede funcionar. Es por
eso que por mucho tiempo, quien dice alucinación dice, no únicamente pero
también, psicosis y quien dice psicosis quería decir, también para Freud,
[...]. Al irse un poco más adelante, Schreber dixit, y el escrito del
que voy a hablar ahora es de 1927, Freud descubre todavía una nueva forma de
rememoración que está presente en la desmentida del fetichismo, la Verleugnung.
Entonces la característica de esta desmentida respecto a la represión es que la
represión dice: “¡No!... ¡Ah!, sí, recuerdo cosas, pues sí tal vez”. La
forclusión dice “no” y es: “No, y no veo nada que se relacione con lo que está
apareciendo ahora”.
La
tercera desmentida dice “sí” y “no” a la vez. Es lo que Freud describe para el
clivaje, que se divide en dos juicios, un primer juicio que dice: “Pues sí,
claro, las mujeres no tienen pene.” Pero junto a este reconocimiento está la
desmentida, que consiste en decir: “No, me es imposible admitir que las mujeres
no tengan pene”; lo cual no se manifiesta en esta forma cruda sino bajo una
forma disfrazada y activa. Es por eso que el paciente fetichista elige un
accesorio. Entonces vemos aquí una sucesión de mecanismos descritos por Freud:
represión, forclusión, desmentida, y finalmente, aproximadamente en la misma
época también, la negación, a la cual Freud da un alcance mucho más grande que
la tradición filosófica; porque a través de la negación Freud logra relacionar
lo que él llama equivalentes intelectuales de la represión, pero también el
funcionamiento de las mociones pulsionales orales más antiguas, a saber cómo la
afirmación se relaciona con los procesos del deseo de incorporación, de acoger
dentro de sí, el objeto deseable, o al contrario, los mecanismos de denegación
que Freud relaciona con los mecanismos de rechazo fuera de sí. Por lo tanto,
ustedes ven que la cuestión de la memoria es absolutamente inseparable de la
cuestión de lo que hace el juicio con lo que es rememorado. El juicio no es
pasivo: o bien apoya lo que es rememorado, es decir que busca acogerlo una vez
más dentro de sí, o bien no quiere saber nada de él: “Pues no, pues no, no es
posible, no puedo recordar cosas parecidas, esto no tiene fundamento.”
Entonces, el rechazo es categórico. Asimismo, Freud se da perfectamente cuenta
desde el análisis del Hombre de los Lobos de que la fantasía no lo explica todo
y que si se admite la importancia de las fantasías, pues se necesita una
función particular que Freud atribuye a las fantasías originarias y que tendría
por meta ayudar a clasificar las experiencias [...]; en efecto es una cuestión
importante, porque si hoy en día hay muchos autores que rechazan la noción de fantasía
originaria, queda en pie la cuestión de cómo las fantasías que están repartidas
al azar en los individuos, en donde algunas prevalecen más que otras, cómo
llegan a constituirse en coherencias inconscientes. Esto es lo que Lacan buscó
llamar significante clave. Pero a partir de cierto momento, diría más
particularmente después del análisis del Hombre de los Lobos, Freud describirá
un nuevo mecanismo, y este nuevo mecanismo es la compulsión de repetición. Y al
mismo tiempo que descubre esto, descubre que la repetición obstaculiza la
rememoración, y que la repetición tiende a hacer sufrir a los contenidos
mentales un destino particular cuyo efecto es que la rememoración es remplazada
por el actuar. Esto fue en 1914, pero habrá que esperar seis años todavía para
que, en Más allá del principio de placer, Freud reconozca el papel de la
repetición/actuar y la inserte en un marco especulativo más amplio, el de la
pulsión de muerte; el de la pulsión de muerte porque el actuar no quiere
realmente una integración de lo que fue reprimido, el actuar busca evacuar lo
que fue reprimido, y por consiguiente ya no se trata únicamente de esta
frescura del inconsciente que hace que los recuerdos regresen sin alteración y
en un estado, diría, de inalterabilidad que llama la atención del que lo vive;
con la compulsión de repetición estamos lidiando con una desmentida temporal y
con lo que propuse llamar “un asesinato del tiempo”. Es decir que el paciente
en ese momento emplea toda su energía en negar la acción del tiempo, pues si la
repetición vuelve incesantemente sobre los mismos aspectos, de hecho cuando uno
interroga bien a esos pacientes, esos pacientes muestran que tienen la ilusión
de parar el tiempo, de hacer que el tiempo no exista más, que el tiempo no los
obligue a cambiar, a tomar en cuenta su edad, que el tiempo no pueda nada por
ejemplo contra el hecho de que para esa gente sus hijos, que ahora son adultos
y muchas veces padres a su vez, siguen siendo niños para ellos. Entonces uno
constata aquí que hay una especie de recusación por Freud de su antigua
concepción del inconsciente; sé que puede chocar mucho a la gente cuando afirmo
cosas como éstas, pero no soy yo quien lo dice, es él. Y ¿por qué esa
recusación? Porque precisamente, Freud llega a decir: no puede haber una
primera forma, una segunda forma, una tercera forma de inconsciente, esto no
tiene sentido, hay que encontrar otra cosa. Y lo que él encuentra es que el
elemento primordial y fundamental de la psique ya no es la representación
inconsciente, sino lo que él llama compulsión de repetición Es decir que Freud
plantea una hipótesis, a saber que la elaboración de la función representativa
en la cual creía hasta entonces tenía la virtud de relacionar el recuerdo con
representaciones inconscientes: entre recuerdo y representación inconsciente
había una comunicación a causa del parentesco entre los contenidos y los mecanismos
que se estaban usando.
Tomen
por ejemplo un caso que les parecerá evidente en el psicoanálisis de hoy: la
transferencia. Pues bien, hoy ya no se trata de asentar una interpretación de
transferencia sólo sobre su nexo con el pasado; es decir que uno da la
interpretación de la transferencia tal cual aun cuando uno trae en la cabeza la
inferencia de que el pasado está involucrado en ella, pero ya no se justifica
de esa manera, puesto que hubo cierta cantidad de desengaños que portaron sobre
recuerdos falsos en los cuales el analista creyó, controversias acerca de la
existencia o no de la escena primitiva, y cosas del mismo orden.
Entonces
¿qué concluir de este panorama que acabo de pintar para ustedes? Y bien, hay
que concluir antes que nada sobre la naturaleza heterogénea del psiquismo; es
decir que el psiquismo utiliza modalidades de temporalidades diferentes según,
justamente, si esas temporalidades se relacionan con las representaciones
inconscientes o con la compulsión de repetición que es mucho más rígida, mucho
más difícilmente modificable, y que se contenta con repetir y repetir siempre;
¿con qué propósito? Con el propósito de evacuar la frustración. Es lo que Bion
nos enseñó; Bion nos enseñó que el gran dilema para la psique era evacuar la
frustración o elaborarla. Entonces claro que hay formas del psiquismo, como la
fantasía, que pueden atravesar los tres tiempos – el pasado, el presente, el
futuro – o Freud dirá que están como ensartados en el cordón del deseo. Pero si
bien esto es cierto, uno ve también que esta formulación es anterior al
descubrimiento de la compulsión de repetición. En compulsión está pulsión,
y esto justamente es lo que nos obliga a diferenciar; es decir que si la
repetición es un fenómeno banal en psicoanálisis, la compulsión es una
“obligación de”, como si le subyaciera un mecanismo pulsional, y por cierto,
uno puede preguntarse si el material pulsional bruto es apto para una
elaboración cualquier. Es lo que Freud nos dice cuando describe el aparato
psíquico y cuando describe el ello: son mociones pulsionales que buscan la
descarga, y sanseacabó. Ninguna dimensión de representación puede serle
asociada, y es lo que marca la gran diferencia entre inconsciente y el ello, a
pesar de que uno puede ser llevado a considerar que puesto que las
formulaciones son muchas veces similares, está autorizado a superponer ambas
entidades.
Bien.
Falta abordar todavía un mecanismo extremadamente importante, un mecanismo que
está al honor en el psicoanálisis francés, y que a la escuela inglesa le cuesta
trabajo entender. Este mecanismo es el après coup: Nachträglichkeit.
Pues bien, lo que el après coup nos hace entender, es que cuando cierto
contexto memorial es evocado, el recuerdo no se queda fijado, y en ciertas
circunstancias, hechos relativos a este recuerdo van a resurgir, que van a
enriquecer el recuerdo precedente con aspectos nuevos que no estaban allí en el
momento del evento.
La
ocasión que encuentra Freud para desarrollar este argumento es justamente la
escena primitiva porque busca responder a argumentos como: “¡Ah!, un niño de 18
meses que asiste a una escena primitiva, ¿usted cree que sea posible que pueda
tener efectos como éste?” Y Freud tiene una solución más interesante, es decir
que considera que efectivamente hubo trauma a la edad de 18 meses, pero que los
elementos que van a hacer que ese trauma cuaje son eventos posteriores como la
observación de coitos de animales o fenómenos que se encuentran relacionados y
que, cuando aparezca el sueño, van a dar una significación al sueño que no está
en el suceso. Entonces vemos que tener un buen funcionamiento mnémico no
consiste en tener un acervo de recuerdos más importante que otro. No es la
presencia de una memoria más grande que da una capacidad más grande al
análisis. Tener un buen funcionamiento mnémico es disponer de una especie de
acervo memorial flexible, que pueda llegar a enriquecer contenidos existentes,
que pueda dar existencia a formas como la de la intemporalidad del
inconsciente, y que pueda al mismo tiempo sostener mecanismos como la
compulsión de repetición. Entonces es lo que quise decir cuando dije “la
ignorancia del tiempo hasta el asesinato del tiempo”. La ignorancia del tiempo
es la parte que aparece primero con el nacimiento del psicoanálisis, y el
asesinato del tiempo es la compulsión de repetición. Es esta complicación que
hizo que los autores del psicoanálisis contemporáneo encontraran las cosas
oscuras, inmanejables, y no muy prácticas en el uso teórico. Y volvieron a una
concepción genética. Entonces concepción genética, todos los problemas estaban
resueltos. ¿Por qué? Porque ustedes van a hacer observación; van a seguir a los
bebés desde el momento en que vienen al mundo; van a anotar todo los días lo
que se repite y lo que es nuevo, y así, pues, si saben lo que pasó ayer y lo
comparan con lo que pasó hoy, entonces pueden entender lo que quizás suceda
mañana. Pero desgraciadamente, esta concepción es falsa, precisamente a causa
de todos los mecanismos temporales que me tomé el tiempo de describirles.
Entonces
me voy a dirigir ahora hacia mi conclusión; se trata de volver a la
heterogeneidad del psiquismo, a modalidades diferentes de temporalidad que
implican lógicas inconscientes diferentes y que son utilizables de diferentes maneras
en el trabajo analítico.
Y si
me tomo así el tiempo para intentar explicarles esto, es porque ese asesinato
del tiempo del cual hablé termina volviéndose un antitiempo. Son esos pacientes
que se rehúsan a que el pasado sea pasado, que se aferran al valor traumático
de sus recuerdos y que piensan incluso que tendrían el poder de parar el
tiempo. Se lo digo así, pero hay pacientes que me lo dijeron, tal cual se lo
estoy diciendo; no es una cosa que estoy inventando, no es una idea que me
viene: me lo dijeron. Y por cierto, ello no les ayudó mucho. Entonces
vemos aquí que por ejemplo este antitiempo del cual estoy hablando, otros le
dieron otro nombre. Estoy pensando en particular en Bion. Cuando Bion presentó
sus ideas sobre el factor K – knowledge – , pues bien, hizo algo que no
había hecho para las otras dos entidades: describió una K positiva y una K
negativa; por lo tanto, un conocimiento positivo y un conocimiento negativo.
¿Qué es el conocimiento negativo? Y bien, el conocimiento negativo es una
manifestación de la omnipotencia que logra convencer al sujeto que no saber es
aún más poderoso que saber. Este descubrimiento de Bion fue, creo, bien
recibido por sus colegas, pero no siempre se lo relacionó con todos los
aspectos que puede revestir.
De
todas maneras – voy a terminar pronto – de todas maneras, no hay una concepción
lineal del tiempo para un psicoanalista. La actividad cotidiana es una
actividad bidireccional del tiempo. Aquí, mientras les estoy hablando, ustedes
tratan de seguirme al poner en aplicación lo que digo con una concepción
progresiva del tiempo. Esta noche, cuando ustedes estén soñando, van a seguir
una orientación totalmente diferente, porque al soñar despedazarán ese tiempo
lineal y dejarán aparecer el tiempo de la regresión tópica, el tiempo que hace
que la lógica del sueño y el trabajo del sueño sean diferentes de los de la
vida diurna. Ahora bien, habría cosas que decir acerca de la verdad histórica.
Uno se equivoca las más de las veces al hablar de la verdad histórica, porque
uno imagina que la verdad histórica es una verdad construida desde el exterior,
desde la prehistoria. Esto no es cierto en absoluto, no es lo que Freud quiere
decir; la verdad histórica, dice Freud, es la verdad de aquello en lo cual uno
creía en el momento en que uno elaboró ciertas concepciones princeps.
Por
ejemplo, la idea de que las mujeres tienen pene se apoya en la verdad, pero la
verdad histórica del momento, es decir que un niño de la edad de tres años
considera esto como cierto, y no como una hipótesis cualquier. Pues bien, éstas
son las cosas sobre las cuales quería llamar su atención al abordar este
difícil problema del tiempo que, como se lo dije al principio, no dio lugar a
muchas elaboraciones por parte de los psicoanalistas, porque los psicoanalistas
son como toda la gente, esperan resolver los problemas simplificándose la
tarea; esto no existe [risa]; sólo existe en las creencias de los
psicoanalistas pero de hecho, nunca es simplificando los problemas
psicoanalíticos que se hace avanzar al psicoanálisis . Gracias.
Abril de 2007